CUANDO EL APARTHEID DIVIDIÓ A NUEVA ZELANDA

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Política y deporte. Deporte y política. Los medios de comunicación insisten y remarcan la necesidad de separar ambas esferas. Pero cuando el deporte se erige como representación social, le resulta imposible huir de aquellos aditivos la sociedad a la cual pertenece le adjudica para verse reflejada en él.

Ningún deporte es ajeno a estos avatares del destino.  Se obliga a los deportistas a convertirse en abanderados de una u otra causa por el mero hecho de practicar una actividad en la cual la sociedad entera ha abocado sus miedos y anhelos; buscando, tal vez, ilusión y esperanza, mezcladas con sentimientos más mundanos de satisfacción por la victoria sobre el rival y una necesidad de entretenimiento para aliviar ciertas realidades.

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Jesse Owens recibe la medalla de oro de Salto de Longitud frente a las autoridades nazis en Berlín (1936)

A pesar de esa forzada separación, tanto deporte como política se han conjugado a lo largo de la historia de las formas más diferentes y creativas que uno pueda imaginar. Desde las selecciones nacionales hasta las competiciones olímpicas por países, pasando por la apropiación de los estados de los logros individuales de una persona. En el fondo, el deporte refleja ese microcosmos nacional en el que hemos acabado configurado nuestro mundo. Para ello, se usa el deporte a gran escala con la finalidad de dirimir conflictos y agravios -imaginados o existentes- entre estados. Los Juegos Olímpicos fueron campo de batalla de una mal llamada Guerra Fría donde los Estados Unidos y la Unión Soviética competían por ver quién corría más, quién saltaba más o quién encontraba una fórmula mágica mejor para llevar a sus atletas al récord. Billie Jean King y sus victorias le sirvieron para alzar la voz y denunciar la desigualdad existente entre sexos, tanto a nivel deportivo como social. El Mundial de fútbol fue usado por Mussolini para mostrar a su Italia como una nación aguerrida, fuerte y dispuesta a lo que fuese por su líder. Jackie Robinson rompió barreras y bates en los estadios de beisbol para demostrar que la población afroamericana merecía el mismo trato y los mismos derechos que la población blanca.

En el rugby, uno de los deportes de equipo por excelencia, esta interconexión se vio como nunca antes durante la larga y oscura época que duró el apartheid en Sudáfrica -la ley de segregación racial establecida en 1948 por el National Party, el partido político de la minoría blanca, y que no fue derogada hasta 1994-. Durante esos años, el equipo nacional de rugby, los Springboks, fue usado como herramienta de propaganda para mostrar al mundo los valores de la cultura afrikáner: esfuerzo, trabajo duro, fuerza física, potencia y ética espartana. Pero también el racismo imperante en ella, pues solo aquellos jugadores de raza blanca podían vestir el polo verde y dorado con la gacela en el pecho.

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El neozelandés Harry Nicholls conduce en balón durante el ‘test match’ entre All Blacks y Springboks celebrado en Dunedin (Nueva Zelanda) en 1921

Ese equipo había creado ya una de las mayores rivalidades en la historia del deporte junto a los gigantes maoríes del pacífico que, equipados de negro, formaban los temibles All Blacks de Nueza Zelanda. Su primer test match data de 1921 y desde entonces se establecieron giras de ambos equipos que duraban semanas o meses y en el que los partidos entre Springboks y All Blacks eran la guinda del pastel. No obstante, el apartheid tuvo su impacto también en esta rivalidad; y no solo del lado sudafricano. Desde 1948, el gobierno racista de Pretoria “aconsejaba” a la Federación Neozelandesa de Rugby el no seleccionar a jugadores maoríes para las giras que enfrentasen a ambos equipos, cosa que hizo hasta la década de 1970. Entonces, las protestas, que habían empezado en la década anterior bajo el lema “No Maoris, No Tour” y que llevaron a la cancelación de una gira de los All Blacks por Sudáfrica en 1967, eran ya mayoritarias y venían desde las altas esferas: las Naciones Unidas, en 1968, pidieron un boicot deportivo global contra Sudáfrica. Finalmente, la federación neozelandesa, conocedora del valor tanto económico como deportivo de esas giras, aceptó llevar un equipo que incluyese a jugadores maoríes. El gobierno sudafricano, por su parte, en un grandilocuente acto de hipocresía, permitió el acceso al país de aquellos isleños bajo la consideración de ‘blancos honorarios‘ -título que, años más tarde, sería ofrecido al obispo Desmond Tutu, quien lo declinaría-.

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Robert Muldoon (1921-1992), presidente de Nueva Zelanda de 1975 a 1984

En 1973, los Springboks tenían programada una gira por Nueza Zelanda, pero el gobierno del laborista Norman Kirk, elegido Primer Ministro justo un año antes, temía de un boicot de las naciones africanas a los Juegos de la Commonwealth que se iban a celebrar en la ciudad de Christchurch al año siguiente. Eso, sumado a la presión de los grupos anti-apartheid del país, llevó a Kirk a cancelar la gira. Esta decisión le granjeó la enemistad, tanto de grupos que abogaban por la no interferencia de la política en el deporte -cosa que el mismo partido de Kirk había propuesto previamente a las elecciones de 1972-, como de los grupos más conservadores de la sociedad neozelandesa. Sea como fuere, esta decisión le acabó dañando en su campaña de reelección en 1975, cuando finalmente fue derrotado por Robert Muldoon, quien hizo bandera de la permisión, a cargo de su futuro gobierno, de una gira sudafricana por Nueva Zelanda.

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Un policía sudafricano, porra en mano, persigue a un niño durante los disturbios en Soweto (1976)

Gandas las elecciones, el nuevo gobierno de Muldoon debía cumplir con su promesa electoral y en 1976 los All Blacks aceptaron la invitación de la Federación Sudafricana de Rugby para una gira en su país. Pero el 16 de junio de ese año, unas protestas en los townships para negros que conformaban el llamado SOWETO (South Western Townships -hoy Soweto, un área urbana que forma parte de Johannesburgo), iniciadas por estudiantes de instituto para protestar por la obligación de hacer del afrikaans el idioma vehicular en las escuelas en lugar del inglés, fueron brutalmente reprimidas por una policía que acabó disparando contra 10.000 estudiantes que marchaban por las calles en dirección al Orlando Stadium desde un instituto.

Pese a todo, la gira se celebró. Y en año olímpico. Pero el Comité Olímpico Internacional no prohibía, al contrario que muchos otros organismos entonces, la participación de naciones cuyos atletas y deportistas hubiesen tomado parte en eventos deportivos celebrados en Sudáfrica. Así, Nueva Zelanda pudo participar en las Olimpiadas de Montreal ’76; hecho que llevó a 28 comités olímpicos africanos a boicotear la olimpiada retirándose de la misma.

A la vista de los hechos ocurridos en 1976, los miembros de la Commonwealth firmaron los llamados acuerdos de Gleneagles (1977), según los cuales los países miembros disuadirían cualquier intento de contacto y competición entre deportistas de sus países y Sudáfrica, como parte de la presión internacional contra el apartheid. Pese a la firma de estos acuerdos, Muldoon dijo que él no permitiría ningún tipo de influencia política en el deporte. Palabras que la Federación Neozelandesa de Rugby se tomó al pie de la letra, ya que en 1980 cursó una invitación para que sus homónimos sudafricanos viajasen al país de la nube blanca para disputar una nueva gira al año siguiente.

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Jugadores que conformaron los Springboks durante la gira de 1981

En un clima de tensión internacional creciente y de mayor presión popular que nunca contra el régimen del apartheid, la gira nació tocada de muerte en julio de 1981. El gobierno australiano negó el permiso al avión en el que viajaban los Springboks para aterrizar y repostar en su territorio, obligando a la aeronave a llegar a Nueva Zelanda vía Los Angeles y a volver a Sudáfrica vía Hawaii.

El país se dividió entre los que apoyaban la gira y la no influencia de la política en el deporte (la mayoría rural y conservadora que aseguraría de nuevo la tercera reelección de Muldoon ese mismo año) y los activistas que veían en la gira una claudicación o colaboración con un gobierno racista. Estos últimos estaban dispuestos a mostrar su disconformidad y su intolerancia al régimen sudafricano a lo largo de toda la gira. Prepararon protestas de desobediencia civil sin violencia y manifestaciones allá donde jugasen los Springboks. El gobierno neozelandés, por su parte, dotó a la delegación sudafricana de dos brigadas antidisturbios para garantizar su seguridad.

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Manifestantes consiguen que se cancele el partido en Hamilton ocupando el campo

Para el primer partido, el 22 de julio en Gisborne, se formó un cordón policial y se levantaron pequeñas barricadas para evitar una posible invasión de campo por parte de los manifestantes. Aunque cinco personas lograron entrar al terreno de juego al inicio del choque, el grueso de los manifestantes se concentró en un campo de golf que había cerca del estadio, permitiendo que el partido entre los Springboks y el equipo local se disputase con normalidad.

Tres días después, en Hamilton, la historia sería diferente. El rival de los sudafricanos era el Waikato, pero antes del partido, unos cuatrocientos manifestantes saltaron las verjas que envolvían el estadio, invadieron el campo y se plantaron en medio, ocupando el terreno de juego. Tras más de una hora de discusiones y protestas, el partido fue cancelado y la señal de la manifestación llegó íntegra a unas televisiones sudafricanas que cubrían una gira de su equipo de rugby por primera vez en su historia.

Springbok rugby tour protest, 1981.  Sixteen-year-old Karen Brough was injured when anti-tour demonstrators and police clashed head on in Molesworth St last night.(290781) pic Ian Mackley. taken 29078129/07/19813649Ian MackleyWellingtonCopyright Photo, Evening Post, Wellington, New Zealand. It may not be reproduced in any form, in part or whole, transmitted to any other party or stored in any system without permissionKaren BroughEvening Post - 14/07/2001Evening Post - 16/07/2001Evening Post - 17/07/2001Evening Post - 18/07/2001Evening Post - 24/07/2001RUGBY UNIONDEMONSTRATIONSSOUTH AFRICAWELLINGTON CITY
Una adolescente de 16 años muestra las heridas causadas por la carga policial en la calle Molesworth

El 29 de julio en la calle Molesworth de Wellington, la capital, tras el partido que ganaron los Springboks al Taranaki en New Plymouth, la policía cargó con porras contra unos manifestantes desarmados que se dirigían al Parlamento para protestar contra la gira. Las imágenes de varios jóvenes manifestantes desarmados y con la cabeza ensangrentada dejaron a la opinión pública de Nueva Zelanda en shock. El uso de porras y otro equipamiento eran novedad para la policía neozelandesa y su empleo no haría sino colaborar en la escalada de tensión.

El primer test match de la gira se celebró el 15 de Agosto en Christchurch. El partido era uno de los puntos álgidos de la gira, deportivamente hablando. Los All Blacks ganaron 14-9 a los Springboks bajo fuertes medidas de seguridad y un cordón policial que mantuvo a los manifestantes alejados del estadio, aunque estos lograron ocupar las calles aledañas. No se permitió a aquellos que pagaron entrada abandonar el Lancaster Park hasta que la policía disolvió a los manifestantes para evitar mayores confrotnaciones.

De vuelta en Wellington, el 29 de agosto, llegaría el segundo test match de la gira. Esta vez los Springboks aseguraron su victoria con un sólido 24-12. Como había hecho catorce días antes, la policía estableció un cordón de seguridad alrededor del estadio para garantizar el acceso de unos espectadores que no tenían reparos en enzarzarse en ataques verbales y físicos con unos manifestantes que habían, literalmente, bloqueado los accesos a la ciudad desde primera hora de la mañana. Finalmente, la policía volvió a hacer uso de las porras como única respuesta frente a unos manifestantes que ya no se presentaban ni desarmados ni desprotegidos.

El 12 de septiembre era el tercer y último test match. Se celebró en el icónico Eden Park de Auckland bajo unas medidas de seguridad de hierro y una estricta vigilancia. Aún así, durante el partido, una avioneta lanzó bombas de humo sobre el campo en repetidas ocasiones realizando vuelos rasantes, con los jugadores de ambos equipos disputando aún el encuentro sobre el césped. El partido no se suspendió y Nueva Zelanda ganó por un ajustado 25-22. Pero fuera del estadio, los manifestantes, hartos de las porras y las palizas, se enfrentaron con la policía en una batalla campal. Años después, algunos miembros de los grupos de antidisturbios que acompañaron a los Springboks durante toda la gira, reconocerían que fue un milagro que en ese mes y medio no muriese nadie.

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Springboks y All Blacs paran el partido por las bombas de humo que se lanzan sobre el Eden Park

Con los Springboks de vuelta a Sudáfrica, las consecuencias de la gira se hicieron notar por bastante tiempo en Nueva Zelanda. Cientos de personas fueron encarceladas, la reputación de la policía quedó manchada por su reiterado uso de la violencia y la sociedad quedó fraccionada. La división entre las zonas rurales y las nuevas élites urbanas se hizo patente. Los manifestantes también pretendieron mostrar que su país podía aspirar a ser un ejemplo de nación unificadora y racialmente tolerante , pero muchos maoríes vieron en esto un acto de hipocresía por parte de las nuevas y futuras élites universitarias blancas. Unas élites que estaban dispuestas a protestar contra el apartheid sudafricano pero que no se atrevían a abordar los problemas raciales en su propio país. Se había vendido a Nueva Zelanda como un paraíso de tolerancia hacia la identidad racial, cuando en opinión de muchos, no era así. Aunque la gira les sirvió para reconducir las protestas hacia otras causas.

En Sudáfrica, los movimientos anti-apartheid lo vieron como un apoyo desde fuera y un aviso al gobierno de que, en palabras de Desmond Tutu, “el mundo se estaba cansando del régimen racista y que no se habían olvidado de ellos“. Pero para los afrikáners, se había mezclado política con deporte y  los manifestantes habían intoxicado el juego de una forma intolerable. De todos modos, el gobierno tuvo problemas para disfrazar al movimiento anti-apartheid neozelandés como propaganda comunista por la historia de colaboración deportiva que unía a ambos países. Y aún así, el régimen racista tardaría 13 años más en caer, y lo haría más por cuestiones geopolíticas que no por presiones deportivas. Pero salvo una gira de Inglaterra en 1984 por Sudáfrica, los Springboks no jugarían ningún test match más hasta 1995. Esta historia de racismo y segregación que carga el país a sus espaldas imbuye también al equipo y hay quien todavía hoy ve en ellos un símbolo de la opresión del pasado pese a que, poco a poco, -y aún con decisiones tan impopulares como las cuotas raciales o el intento de cambiar el logo de la gacela- se trate que el equipo represente a aquella nación arcoíris con la que soñaba Nelson Mandela.

Deporte y política mostraron en esos meses de 1981 la estrecha relación que conforman ambos al ser parte del mismo todo que es la sociedad de la que forman parte. Y es que. para las élites que controlan la sociedad, crear símbolos de identidad a partir del deporte es práctica común. La permeabilidad que este tiene en absolutamente todos los estratos sociales permite un rápido acceso a sus seguidores a la identificación con una identidad nacional o cultural. Tal vez por eso las grandes competiciones no sean de clubes, sino de selecciones.

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Los All Blacks realizan la haka frente a los Springboks en los instantes previos a la final del mundial de rugby de 1995

 

Fuentes:

1981: A Country at war; dir. Rachel Jean, 2000.

Try Revolution; dir. Leanne Pooley, 2006.

http://www.nzhistory.net.nz/culture/1981-springbok-tour

https://en.wikipedia.org/wiki/1981_South_Africa_rugby_union_tour

 

 

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3 Comments on "CUANDO EL APARTHEID DIVIDIÓ A NUEVA ZELANDA"

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8 years 7 months ago

soberbio articulo shaka
tremenda la foto del policia sudafricano y el niño(y peor la gracia que le hace al policia que esta detras)

8 years 7 months ago

Muy interesante y ameno, shaka.
Casi todos conocemos algo de la historia de los springbooks, pero, al menos yo, no tenía ni idea de como influyeron unos “simples” amistosos de rugby en un país.

Pollosaurio
8 years 7 months ago

Muy buen retazo de historia del rugby… Lo de “blancos honorarios” a los maories, de traca.

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