EL PORTERO NÚMERO 8

Jan Jongbloed dorsal número 8 sin guantes

No son pocos quienes piensan que si los Países Bajos no lucen hoy tres estrellas de cinco puntas en su bella camiseta naranja es por culpa de dos porteros: Iker Casillas, que les quitó la gloria en 2010, y Jan Jongbloed, que les impidió alcanzarla en 1974 y 1978. Y saturados como estamos últimamente de artículos sobre el mostoleño, detecto en la habitualmente prolífica blogosfera, tan dada a glosar una y otra vez las vidas y milagros de héroes y antihéroes del balón, una anormal carencia de escritos acerca de ese extraño neerlandés que, salido de la nada, bien entrado en la treintena y con el ocho a la espalda, defendió (o eso intentó) la meta de la “naranja mecánica” en dos finales mundialistas consecutivas. Nacido el 25 de noviembre de 1940 en una Amsterdam recién ocupada por los nazis, Jan Jongbloed, sexto de los diez hijos de un sastre comunista, se decidió pronto por el fútbol, aunque el fútbol tardaría mucho más en decidirse por él. Con el tiempo su nombre ha quedado prácticamente en el olvido y sólo se cita en los listados de grandes perdedores, pero su historia es uno de esos ejemplos de cómo los caprichos del destino pueden moldear una carrera y toda una vida en la que, al final, lo que sucede dentro del campo es siempre lo de menos.

Jan van Beveren

Para empezar habría que hablar del mejor portero neerlandés de los 70 y puede que de todos los tiempos, que desde luego no es Jan Jongbloed, sino Jan van Beveren. En 1970, cuando llegó al PSV (donde se convertiría en ídolo), tenía sólo 22 años y ya acumulaba 12 partidos con la selección en una época en la que no era precisamente fácil sumar internacionalidades. Con el Ajax conquistando Europa tres años seguidos y un Feyenoord también a gran nivel, se estaba gestando la gran selección de los Países Bajos y van Beveren parecía destinado a guardar su portería por muchos años, hasta que se lesionó unos meses antes de Alemania’74. Con la vista puesta en el primer Mundial para el equipo oranje desde 1938, van Beveren apuró los plazos para recuperarse a tiempo, pero a unas semanas del torneo Rinus Michels le lanzó un ultimátum: o demostraba estar a punto jugando los 90 minutos de un amistoso previo a la cita mundialista o no sería convocado. Enfadado con el seleccionador por su falta de confianza, el guardameta no aceptó el reto porque aún no estaba plenamente recuperado (aunque sí habría llegado al campeonato) y tuvo que ver el Mundial por la tele. Esta es, al menos, la versión oficial de los hechos; para contar la realidad hay que escarbar un poco más en aquel polvorín lleno de egos y soberbia que era el vestuario neerlandés de los setenta.

La Naranja Mecánica con Jan van Beveren (el primero de pie a la derecha)

En una época social y políticamente agitada, con jugadores de gran personalidad nacidos en su mayoría en los duros años 40 y que habían sufrido directa o indirectamente las consecuencias de la invasión nazi y de la Segunda Guerra Mundial, la convivencia en la selección de los Paises Bajos no era precisamente sencilla. El legendario centrocampista del Feyenoord Wim van Hanegem, que había perdido a su padre y a tres hermanos en la guerra y no se cortaba a la hora de mostrar su odio hacia todo lo alemán (compañeros de selección incluidos), era uno de los más belicosos; los jugadores solían hacer piña en torno a sus compañeros de club y, en general, las relaciones personales que se establecían en aquel vestuario no tenían término medio: o conmigo o contra mí. No es de extrañar que en la segunda mitad de la década la federación neerlandesa llegara a contratar al entrenador de la selección militar, Jan Zwartkruis, para intentar poner algo de orden, cosa que lograría sólo a medias.

Jan Jongbloed y Johan Cruff en 1974

En cualquier caso, si había alguien capaz de imponer su criterio en un momento dado ése era Johan Cruijff. El brillo de sus Balones de Oro nublaba la vista de los directivos de la federación, que accedían a prácticamente todos los caprichos del 14 para evitar su adiós a la selección: contratos exclusivos de patrocinio, primas más elevadas, permisos a discreción… Incluso tenía cierta mano a la hora de decidir las convocatorias y alineaciones: le bastaba decir “pues entonces yo no juego” para salirse con la suya. Un trato de favor hacia Johan rayano en la sumisión del que se beneficiaban sus más íntimos amigos y compañeros del Ajax como Neeskens o Krol, y que provocaba no pocos enfrentamientos con el resto de integrantes del plantel nacional. Sabedor de que su calidad le convertía también en pieza clave del equipo, Jan van Beveren hacía las veces de líder de los seleccionados que no procedían del todopoderoso Ajax para denunciar las muchas prebendas de las que gozaban Cruijff y compañía. Y Rinus Michels, contratado ex profeso para el Mundial (en aquel momento era el entrenador de Cruijff en el Barcelona), no tardó en posicionarse claramente del lado de sus antiguos pupilos ajacied, así que en realidad la lesión de van Beveren sólo fue la excusa perfecta para quitarse un gran estorbo de en medio, aunque eso supusiera perder muchas opciones de alzarse con el título.

Jan Jongbloed en su tienda de tabaco

Con su mejor portero fuera de juego y con el titular del Ajax tricampeón de Europa, Heinz Stuy, fuera de todas las quinielas (nunca llegó a debutar con la selección), entre Cruijff y Michels decidieron darle el puesto al veterano Jan Jongbloed, de personalidad seguramente menos conflictiva que la de van Beveren y cuya única experiencia como internacional se remontaba a una breve aparición en un amistoso en Dinamarca celebrado en el lejanísimo 1962: cuatro minutos escasos que le habían bastado para recibir un gol. Jongbloed llevaba toda la vida jugando en el DWS, que acababa de fusionarse con otros dos clubes de la capital para formar el Amsterdam FC, y ni siquiera tenía contrato profesional: se ganaba el pan regentando una tienda de tabaco. Iba camino de los 34 años y muy pocos en su país lo hubieran citado entre los tres mejores guardametas nacionales de aquel momento, pero la razón técnica esgrimida para su convocatoria y posterior titularidad fue que se manejaba mejor con los pies que Piet Schrijvers, del Twente, y que Eddie Treijtel, del Feyenoord. Era por tanto un portero que podía hacer funciones de líbero, algo que parecía ser fundamental para desarrollar el “fútbol total” que caracterizó a aquel equipo. Desgraciadamente, a veces al portero también le toca parar balones, y ahí Jongbloed iba un poco más justito.

Jan Jongbloed sin guantes

Sin guantes (“necesito poder sentir el balón con las manos”, decía) y con una aparente aversión a lanzarse al suelo más allá de lo estrictamente necesario, Jan Jongbloed parecía más un jugador de campo obligado a ponerse bajo palos que un portero serio, y esa impresión no hacía más que reforzarse al ver el atípico 8 de su camiseta. No se trataba, sin embargo, de ninguna cabezonería ni de un gesto de reafirmación de una personalidad extravagante, ni siquiera de una avispada técnica de marketing. Lo cierto es que, tal vez para evitar discusiones, en la selección de los Países Bajos no se habían complicado mucho la vida a la hora de distribuir los números entre sus jugadores: el 14 para Cruijff y, mientras Johan se entretenía quitando de su uniforme una de las tres rayas de Adidas (porque él, hombre Puma, sí que sabía de marketing), el resto se asignaron por estricto orden alfabético de los apellidos (por ejemplo, el 1 fue para Ruud Geels, delantero que no salió del banquillo en todo el torneo). No era un criterio demasiado extraño para la época: Argentina también lo usó los Mundiales del 74 y el 78 (aunque en el 74 reservó para los guardametas los dorsales 1, 12 y 21; cosa que no haría en el 78, cuando Fillol vistió el 5); y en la cita germana Polonia repartió sus dorsales por posiciones (del 1 al 3 para los porteros, del 4 al 11 para los defensas y así sucesivamente). Otros tiempos, sin duda.

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Pero volvamos al fútbol. Durante los seis primeros partidos el experimento Jongbloed parecía funcionar, aunque básicamente por falta de trabajo: los de Rinus Michels dominaban sus encuentros casi a placer sin que los rivales acertaran a comprender y/o detener aquel mecanismo de precisión, y se plantaron en la final encajando sólo un gol (en propia puerta y en el minuto 88 de un duelo contra Bulgaria que ya iba 3-0). Pero el partido por el título fue, claro, otra historia, y la magnífica reacción germana tras el rapidísimo gol de penalti de Neeskens hizo que al portero oranje se le vieran las costuras. Un par de pasos descoordinados fueron toda su respuesta al penalti no demasiado ajustado de Breitner; cuando Gerd Müller se revolvió en el área para embocar el segundo, Jongbloed se limitó a observar, casi espantándose de él, cómo el balón pasaba por su lado hasta besar las redes. Una falta de reflejos imperdonable en un guardameta y que resulta si cabe más notoria al comparar su figura con la del portero rival, un Sepp Maier que, mejor ayudado por su defensa que Jongbloed (también hay que decirlo), supo desbaratar todos los intentos de los Países Bajos por empatar.

Era un agridulce punto final a una trayectoria mundialista que convirtió en leyenda al equipo subcampeón, dejando casi en el olvido el soberbio juego desplegado por los ganadores. La historia del veterano Jongbloed, por su parte, también parecía destinada a terminar allí. ¿Cómo imaginar entonces que todo se repetiría cuatro años más tarde? Especialmente cuando, tras la final de Múnich, Jongbloed renunció al contrato profesional que le ofreció el Ajax, que acabó fichando al suplente mundialista Piet Schrijvers. Nuestro protagonista prefirió seguir en su club de toda la vida y regentando su negocio tabaquero, que se convirtió en punto de visita obligada para aficionados y turistas. Pero no fue la mejor decisión. Como el resto de sus compañeros de selección, Jongbloed se había convertido en una figura mediática y, aunque las ventas de su tienda se dispararon, la presión a la que se veía sometido al estar tan cerca de los seguidores fue demasiado grande; tanto, que llegó a afectar notablemente a su rendimiento deportivo (ya bastante discreto de por sí): en 1975 desapareció de las alineaciones de la selección y en un partido de Copa de la UEFA ante el Colonia el propio público del Amsterdam FC llegó a abuchearle por sus malas actuaciones. Fue el punto más bajo de su carrera pero, cuando todo parecía indicar que su adiós estaba cantado, Jan Jongbloed decidió no rendirse. En 1977 cerró su querida tienda de tabaco, se centró en el fútbol y los hados quisieron recompensarle… tal vez para desgracia del equipo nacional.

Jan Jongbloed – Intocht St. Nicolaas in Amsterdam
“Rehabilitación Van Beveren, desenmascaramiento Cruyff”

En 1975 y 1977 Jan van Beveren protagonizó dos fugaces regresos a la selección, ambos abortados casi antes de empezar por una enemistad con Cruijff que amenazaba ya con saltar a las páginas de sucesos. Viendo que además la prensa les pintaba a él y a su compañero Willy van der Kuijlen, otro de los grandes damnificados por el “reinado” de Johan, como los malos de la película por quejarse del trato que recibían Cruijff y Neeskens (“ahí vienen los reyes de España”, dijo van der Kuijlen cuando el seleccionador paró un entrenamiento para saludar a los culés, que llegaban tarde y acompañados por sus esposas), el portero del PSV renunció en 1977 a su carrera internacional con sólo 29 años y 32 partidos disputados (antes de 1974 ya llevaba 29). En 1980, harto de que la opinión pública holandesa (al menos la que no era del PSV) todavía le considerara un traidor, van Beveren se marcharía a la NASL y se quedaría a vivir en Texas hasta su muerte en 2011. Schrijvers fue el elegido para defender la meta oranje en la Euro’76 pero tampoco convenció y, ante el adiós de van Beveren al equipo nacional, el tándem de seleccionadores formado por Ernst Happel y Jan Zwartkruis decidió volver a probar (se dice que por sugerencia de Cruijff) a un Jongbloed que en ese año 1977 acababa de firmar, esta vez sí, su primer contrato profesional con el Roda que entrenaba Bert Jacobs (quien más tarde pasó brevemente por el banquillo del Sporting de Gijón). Tras un año de entrenamientos en doble sesión para ponerse físicamente al nivel que requería su nueva dedicación exclusiva, viajes diarios a Amsterdam (donde siguió residiendo) y juergas varias con sus nuevos compañeros de equipo, Jongbloed volvía a verse, contra todo pronóstico, como titular en un Mundial.

Y eso a pesar de que a última hora su padrino Johan Cruijff había renunciado a jugar aquella cita aduciendo su rechazo a la dictadura militar que padecía Argentina. La militancia política de muchos miembros de la selección neerlandesa hizo que durante los meses previos al campeonato se rumoreara con un posible boicot masivo de sus principales estrellas (también se iniciaron campañas en Alemania, Suecia, Francia y otros países para que sus selecciones no disputaran el torneo); sin embargo, a la hora de la verdad, y aunque algunos (como Jongbloed) escribieron artículos de crítica y se manifestaron públicamente en contra del gobierno de Videla, sólo Cruijff renunció a viajar. Eso sí: años más tarde Johan cambiaría la versión de los hechos, justificando su ausencia por un intento de secuestro sufrido pocos meses antes y que le dejó con pocas ganas de fútbol en el año en el que planeaba retirarse. Se dice que el portero sueco Ronnie Hellstrom fue el único jugador de todos los que participaron en el Mundial que acudió públicamente a mostrar su apoyo a las manifestaciones de las Madres de la Plaza de Mayo (hecho desmentido por el periodista Quique Peinado en su libro “Futbolistas de izquierdas”: al parecer algunos jugadores suecos se toparon con las protestas durante un tour turístico pero Hellstrom ni siquiera estaba entre ellos); Jan Jongbloed afirma que él sí se acercó a observar las protestas, pero que se mantuvo discretamente al margen para no llamar la atención. Por el contrario, Jongbloed se desmarca de otro supuesto gesto neerlandés de rechazo a la dictadura como fue la negativa a recibir los galardones por el subcampeonato de manos de los militares: según su versión, sencillamente los veteranos del 74 que comandaban aquel vestuario no tenían ganas de acudir otra vez como perdedores a la cena de gala posterior a la final.

Así que, mientras cientos de personas eran torturadas en la siniestra Escuela de Suboficiales de Mecánica de la Armada, situada a sólo unos pocos cientos de metros del Monumental, el balón giró como en cualquier otro Mundial. Rondando los 38, ya con guantes (quizás por el otoño argentino, o tal vez porque para atajar el famoso Tango no necesitaba la sensibilidad de la mano desnuda) pero manteniéndose fiel al dorsal número 8 que le había dado fama, nuestro protagonista disputa los tres primeros partidos como titular, aunque su discreta actuación en la derrota ante Escocia (que está a punto de suponer el adiós del equipo al Mundial) hace que Ernst Happel apueste por Schrijvers para la segunda liguilla. Entonces la diosa fortuna vuelve a sonreír a Jongbloed en el tercer y último partido de esa segunda fase, cuando Schrijvers se lesiona en la jugada que adelanta a Italia en el marcador. El equipo tulipán, bastante más discreto (e incluso problemático) que el de 1974, logra remontar en la segunda parte a base de zapatazos y se clasifica para la final, otra vez contra el anfitrión, otra vez con Jongbloed como titular. Y otra vez que Países Bajos pierde, otra vez con la amarga sensación de que Jongbloed pudo haber hecho algo más en los goles argentinos: el primero de Kempes le pasa por debajo del cuerpo y el 3-1 definitivo le pilla corriendo por su área completamente descolocado. Aunque esta vez los lamentos neerlandeses no se centran tanto en la actuación de su portero como en el remate al palo de Rensenbrink en el minuto 90 que hubiera supuesto la victoria, lo cierto es que en el otro arco Ubaldo Fillol, con el número 5 a la espalda (en lo que supuso una de las anécdotas más curiosas de la historia de los Mundiales: una final en la que un portero llevaba el 5 y otro el 8) se pasó el partido sacando mano tras mano para frustrar las tentativas de los europeos, y las comparaciones vuelven a ser odiosas. Sencillamente, el futbolista más veterano del Mundial no daba para más.

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La extraña carrera internacional de Jan Jongbloed se cerró definitivamente aquel día en Buenos Aires con 24 partidos disputados en un lapso de 16 años, y 17 goles encajados. De esas dos docenas de internacionalidades, la mitad fueron en campeonatos del mundo, y sólo apareció en otros cuatro partidos oficiales (dos de clasificación para la Euro’76 y otros dos previos a Argentina’78). Sin embargo, su carrera como futbolista profesional aún estaba dando sus primeros pasos. Jongbloed se mantuvo como titular en el Roda hasta 1981; luego, al no ofrecérsele la renovación, pasó unos meses como entrenador asistente en el Haarlem hasta que a principios de 1982 el Go Ahead Eagles perdió a su guardameta titular por lesión y contrató a Jongbloed para los 11 partidos que restaban de temporada. A sus 41 años el portero demostró estar todavía en buena forma y esos 11 partidos se acabaron convirtiendo en tres temporadas más, en las que Jongbloed tuvo que enfrentarse a los remates del goleador más implacable con en el que uno puede toparse: la propia vida.

Homenaje a Erik Jongbloed

Las crónicas no se ponen de acuerdo sobre dónde estaba el 24 de septiembre de 1984: hay quien le sitúa en las gradas del campo del Ajax y hay quien le ubica entre los espectadores de un partido amistoso del DWS (club en el que inició su carrera allá por 1959 y que había quedado como equipo amateur del Amsterdam FC) para ver las evoluciones de su hijo Erik, de 21 años, que seguía sus pasos bajo los palos. Pero en realidad Jan Jongbloed estaba con su equipo en Rotterdam, jugando contra el Sparta, cuando en el cielo de Amsterdam se desató la tormenta y un certero rayo puso un trágico punto final a la segunda generación de porteros Jongbloed. Un jugador del Fortuna Sittard y un linier resultaron heridos; Erik Jongbloed recibió de lleno la descarga eléctrica y murió fulminado. “Sentí un golpe tremendo que nos lanzó a unos metros de allí” recordaba en un libro publicado en 2008 Rob Stenacker, que se encontraba a sólo unos pocos pasos de su desdichado compañero Erik cuando el rayo impactó sobre él. “Vi una bola de fuego sobre el campo e inmediatamente noté a la gente impresionada, como si acabara de ver algo terrible. Entonces miré hacia atrás y había una nube de humo justo en el lugar en el que había estado Erik, como si un ilusionista lo hubiera hecho desaparecer”. Pero, igual que en el campo parecía que a su cuerpo le costaba irse al suelo, Jan Jongbloed demostró que su espíritu tampoco se venía fácilmente abajo: apenas dos semanas después de perder a su hijo volvía a jugar al fútbol, convencido de que ésa sería la única forma de mitigar el sufrimiento.

Go Ahead Eagles 1984-1985

Y acertó. Sin embargo, a sólo unos días de cumplirse el primer aniversario del trágico suceso, su corazón dijo basta y amagó con detenerse durante un partido contra el Haarlem. Jongbloed tardó dos días en saber que ese agudo dolor que había sentido en su pecho durante el calentamiento era un leve infarto de miocardio provocado por una alteración congénita en las arterias coronarias. No volvió a vestirse de corto, dejando el récord (todavía vigente) del jugador de más edad de la Eredivisie en 44 años, 9 meses y 14 días. Su viejo amigo Bert Jacobs le dio entonces la oportunidad de fichar por el Vitesse, que él entrenaba, como ayudante, y Jongbloed se mantuvo en el club de Arnhem en diversos puestos técnicos (llegó a ser entrenador interino en varias etapas aunque Ronald Koeman le bajó a los juveniles en 2000) hasta 2010, cuando el club decidió prescindir de sus servicios. Su debilitado corazón le ha obligado a pasar varias veces por quirófano; ahora colabora con un club aficionado y pasa el tiempo libre pescando (la otra gran pasión de su vida) mientras intenta no pensar en lo que pudo haber sido y no fue, y seguramente no sólo en esas finales perdidas. Finales de las que, como del resto de su carrera, sólo conserva el recuerdo: Jan Jongbloed huye de las fotos de los viejos tiempos que suelen acumular otros exfutbolistas y las medallas mundialistas (cree, no está seguro) se las quedó su exmujer. Tampoco le importa demasiado: como la cruz de la Orden de Orange-Nassau que recibió por sus servicios al deporte neerlandés y que hace diez años guardaba casi olvidada en un cajón de la cocina, ¿para qué le servirían?

Entrevista a Jan Jongbloed del año 2002 (en neerlandés) http://www.rodajcspelers.nl/oudspeler/jongbloed/interview.html

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19 Comments on "EL PORTERO NÚMERO 8"

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10 years 11 months ago

Sobre el sobredimensinamiento de la Naranja Mecánica que comenta snedecor parece obvio que el motivo de este se debe al escaparate planetario que supone un Mundial. En los años 70 la información llegaba a cuentagotas a través de las crónicas de los periódicos y los escasos resúmenes de televisión. El seguimiento de una competición continental como la copa de Europa era relativamente escaso si la comparamos con lo que sucede hoy en día, y por tanto a quel Ajax tricampeón tuvo un relativo impacto en el público en general. Los partidos que se veían por televisión se reducían a la… Read more »

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[…] asesinato de Pablos Fyssas (Killah P) de Zorba el Griego El debilitamiento del estado de respect El portero número 8 de snedecor El precio de la luz para tontos de eddie the great El vuelo del balasto: la gran estafa […]

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rebelboy
9 years 10 months ago

Acabo de descubrir este articulo y me parece sensacional! Solo algunos apuntes. – En la final de 1974, los jugadores del Ajax y Feyenoord se ponen de acuerdo para señalar a un culpable: RENSENBRINK. El extremo del Anderlecht se lesiono y fue sustituido en el famoso Holanda 2 Brasil 0. El dia anterior a la final paso una prueba y dijo que estaba ok…segun Rijsberjen y Suurbier, Holanda jugo con 10 la primera parte. Cuentan que tenia una generosa prima economica de una marca deportiva si jugava la final. LITERAL. – Obviamente Rensenbrink siempre mantuvo que estava en condiciones. Y… Read more »

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rebelboy
9 years 10 months ago

De nada! La verdad es que la situacion de la porteria de Holanda para la clasificacion de Argentina 78 fue un puro despelote: Se empezo con Jan Ruiter, portero del Anderlecht en su unica aparicion como inernacional,en la victoria contra Islandia. Se continuo con Eddy Treijtel, responsable directo del empate en casa contra la Irlanda del norte del mito Best. Para el tercer partido en la victoria contra Belgica el elegido es el orondo Schrijvers. A mediados de 1977, Happel es nombrado seleccionador y Zwartkruis degradado a entrenador de porteros. Su primera medida es llamar a Van Beveren para el… Read more »

9 years 10 months ago

Impresionante snedecor como siempre
Impresionantes los apuntes de los demas tambien

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Alexis Larrondo Saavedra
9 years 9 months ago

Simplemente GENIO, Snedecor….un placer ,una delicia y una placentera lectura hasta altas horas de la noche aca en Antofagasta,Chile.
Esa fecha recien tenia 8 años,pero ya con mucha curiosidad ..su lectura me trae muchos recuerdos a mi cabeza.
Ojala me conteste a mi correo para saber mas y mucho mas de estas historias que enriquesen el corazon,gracias nuevamente y un Fuerte Abrazo.

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