Portada

Comenzaré con una evidencia: el maridaje entre música pop y fútbol no ha sido especialmente fructífero. Sí, es verdad, todos conocemos canciones que se corean en algunos estadios británicos, en especial  “You,ll never walk alone” de  Rodgers y Hammerstein en la versión mersey de Gerry and the Pacemakers, que seguro  ha emocionado a más de uno cuando se entona desde The Kop, el mítico graderío de Anfield en Liverpool. Cerca anda, aunque sin la aureola histórica del anterior,  “This is the one” de los Stone Roses, que suena antes de cada partido del Manchester United. Y poco más, aparte de los espontáneos cánticos basados en adaptaciones de temas conocidos que usan los supporters dedicados a algún jugador (recuerdo el dedicado a Fernando Torres por los cantarines hinchas del Liverpool, el famoso “Can,t take my eyes off you” de Frankie Vallie) y alguna canción-himno conmemorativa de un evento futbolístico como el tema encargado a New Order para la selección inglesa que fue al Mundial de Italia en 1.990 (“World in motion” se llamaba). No entraré en el espinoso asunto de músicos forofos, que los hay a decenas, de Ray Davies y Elton John a Liam Gallagher, pero la realidad es que resulta sorprendente lo poco que el mundo del fútbol ha inspirado a los músicos británicos.

Prueba de lo que digo es la escasa discografía existente al respecto. Pocos discos tienen al fútbol como protagonista, aunque sea de manera indirecta -excusa para una portada llamativa, por ejemplo- El caso más representativo que conozco (en fondo y forma) quizás sea el single dedicado por Super Furry Animals al legendario jugador desconocido Robin Friday (“The man don,t give a fuck” de 1.996). Después, alguna portada (una de Robin Williams que yo recuerde) y poco más. Sin embargo, hay dos excepciones notables, que, aunque provienen de propuestas distintas tienen algunos puntos en común: se publicaron en años cercanos, son los álbumes de debut de dos grupos del indiepop inglés, los dos provienen de ciudades periféricas en la escena musical británica y ambos, finalmente, utilizan el fútbol como motivo de título y portada. Me refiero a George Best de The Wedding Present y London ,0-Hull, 4 de The Housemartins.

The Wedding Present provienen de Leeds, importante ciudad del “centro del norte” inglés. Leeds, en comparación con las cercanas Manchester o Liverpool, incluso Sheffield, no ha contribuido de forma especialmente brillante a la “nomenklatura” de la música pop (Soft Cell, Sisters of Mercy, Kaiser Chiefs, The Mekons… ninguno de la Premier como véis). El grupo estaba liderado desde sus inicios por el vocalista, guitarrista y compositor David Gedge, casi el único que ha permanecido de forma estable en la banda. Su referencia musical eran grupos del postpunk inglés como The Buzzcoks o The Fall; canciones directas, pop ruidoso y callejero, con cierta inquietud por escoger letras ácidas y críticas hacia la Inglaterra thatcheriana (“después de Morrisey no se podía escribir igual que antes” ha llegado a afirmar Gedge). Deseando diferenciarse de las cientos de bandas  con las que competían por hacerse con un lugar bajo el tibio sol inglés, resolvieron que ya que no se iban a distinguir por la calidad del sonido o por baladas impactantes “cuanto más rápido tocáramos más nos diferenciaríamos del resto” (Gedge dixit). Dicho y hecho, su primer disco (autoproducido, por cierto), el mencionado George Best (1.987) contenía doce canciones (la reedición, casi el doble), tocadas a toda pastilla. El homenaje al gran jugador norirlandés estaba justificado plenamente: música inconformista, con ganas de juerga, ideal para montar bronca en cualquier pub, vitalista, urgente y sencilla, con un predominio absoluto de las guitarras llevando el peso de las canciones. Quizás George Best revisada hoy (sobre todo en su versión larga) canse algo, pero sigue siendo una propuesta refrescante y vigorosa.

The Wedding Present no fue, contra lo que pueda parecer, una banda efímera; en realidad, al ser EL grupo de David Gedge, éste la ha seguido manteniendo durante más de 30 años, mientras iban entrando y saliendo innumerables músicos. 8 discos les contemplan ya -incluyendo un paréntesis de casi 10 años entre 1.996-2.005-, algunos de ellos notables, como Seamonster (1.991).Nunca, cierto es, en la Primera División del pop británico, pero defendiéndose muy bien en una más que digna posición de secundarios honestos, esos que a veces ponen en evidencia a los grandes.

Contraportada

Kingston Upon Hull es una población mediana (unos 250.000 habitantes) del NE de Inglaterra. Ciudad gris, industrial y portuaria (de aquí zarpó el náufrago más famoso de la historia, Robinson Crusoe), Hull -para abreviar- no goza precisamente de merecida fama entre sus compatriotas: “la ciudad más fea del Reino Unido” o “La ciudad más sosa” (¡!) son algunos de los poco agraciados apelativos que la adornan y el desmantelamiento industrial en época de la señora Thatcher no contribuyó a mejorar esta consideración. En el ámbito musical tampoco la impresión era a comienzos de los años 80 muy favorecedora. Es verdad que tiene una acreditada escena folk y que Mick Ronson, una de las arañas de Marte de Bowie es natural de aquí, pero no  me negaréis que el bagaje es escaso.

Sin embargo, a mediados de los 80 las aguas musicales de Hull se agitaron un tanto, consecuencia, sin duda, de la expansión por todo el país de la new wave y sobre el ceniciento asfalto de la población brotaron algunas bandas de interés, destacando dos, Everything but the Girl y The Housemartins.

The Housemartins se formaron debido sobre todo al interés de su vocalista y compositor Paul Heaton. Lograron un cierto reconocimiento local gracias a la canción “Flag day” y llamaron la atención de todo el país cuando el gran John Peel les dio a conocer en su programa radiofónico en donde estrenaron su primer gran éxito, “Happy Hours”. Con estos avales no tuvieron problemas en grabar su primer LP en 1.986, que llevaría el futbolero título de London,0-Hull,4  (no fue la única alusión, el videoclip de una de las canciones,”We’re Not Deep”, estaba centrado en un partidillo de fútbol de barrio). El disco fue todo un bombazo (un pelotazo diríamos mejor), llegando al número 3 de las listas británicas. Triunfo bien merecido además; The Housemartins hacían un pop muy británico, contemporáneo (el juego de las guitarras recordaba nítidamente a unos Smiths  despreocupados), con gotas de soul blanco. Mezclaban sin remilgos momentos juguetones y frescos (“Happy Hours”,”Sittin on a fence”) con baladas redondas (“Think for a minute”) y temas con cierto aliento épico (“Flag day”, “Freedom”) envuelto todo en un magnífico juego de voces (les encantaba cantar a capella). En suma, un gran disco, posiblemente una de las cimas del pop inglés de la década.

Al principio, sus convicciones, a medio camino entre el marxismo y el cristianismo de base, no fueron muy tenidas en cuenta, pero su  independencia de criterio y actitud inconformista no acabaron por sentar muy bien. Sin embargo los Housemartins no engañaban, detrás de una música alegre y refrescante había unas letras comprometidas, y así   “Happy Hours” contenía una feroz crítica al acoso sexual en el trabajo,  “Flag day” a la hipocresía de la beneficencia,  “Sheep” denunciaba el conformismo del mundo rural …

Quizá por ello, su siguiente disco el excelente The People Who Grinned Themselves to Death (1.987) llegó al top 10 de los charts pero no tuvo las elogiosas críticas del primero, algo injusto, creo yo, pues tiene canciones tan buenas como su predecesor y una mejor producción. Todo esto agravó las disensiones existentes en el grupo debido sobre todo al férreo control de Heaton sobre el resto, y aceleró su disolución, anunciada en un famoso comunicado: “En tiempos de Rick Astley, Shakin’ Stevens y los Pet Shop Boys, nosotros simplemente no somos lo suficientemente buenos.”. Se editó un recopilatorio muy recomendable, Now that,s what i call quite good (1.988) y los músicos tomaron caminos dispares;  Heaton siguió en la música, formando, junto a Dave Hemingway, la estupenda banda The Beatiful South (muy reconocida en las islas pero muy poco fuera) y Norman Cook  se convirtió en uno de los gurús de la música electrónica de baile, ahora  como Fatboy Slim. The Housemartins, un brillante y precioso cometa que partió de la “fea” Hull.

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